23 de septiembre de 2011

Mercenarios Laborales


Cada día que pasa descubrimos que con esta crísis lo único que está consiguiendo es transformarnos poco a poco en mercenarios laborales que se han olvidado del significado de los valores de antaño. Esta amnesia afecta especialmente a términos en peligro de extición tales como contrato indefinido o puesto estable, lo cual tiene a su vez como consecuencia la inevitable desaparición de la integridad, la confianza, la lealtad, la honradez y otra serie de valores que aunque suenen roñosos son imprescindibles para evolucionar de forma sólida y veraz. Nos hemos convertido en seres que se venden al mejor postor por un tiempo determinado sin compromiso de ningún tipo, es decir mercenarios laborales en lugar de personas empleadas.

Mientras buscamos la razón que ha podido llevarnos a esta situación tan precaria y poco propicia, la reflexión nos lleva al pasado. Cuando estudiabamos creíamos que con una formación adecuada, lograríamos conseguir ese puesto estable ideal. Pasada la adolescencia comenzamos a  verlo como un mito. Mirábamos a los jóvenes universitarios para descubrir que las facultades se estaban convirtiendo en fábricas de parados. Los que querían una oportunidad se marchaban fuera para encontrarla. No nos convertimos en NiNis, sino que a pesar de todo accedimos a la educación superior, aprendimos idiomas y nos fuimos a Europa, o más lejos a adquirir formación y experiencia profesional que aqui estaban vetadas. Curiosamente está ocurriendo de nuevo, los talentos recien licenciados que buscan un contrato indefinido se ven obligados a emigrar para conseguirlo.


Algunos de los que emigramos entonces, regresamos, otros se quedaron donde les brindaban la soñada posibilidad de desarrollo profesional. Parecía que bastaba para regresar al mundo laboral ibérico. Fue suficiente para ir enlazando experiencias, contratos temporales, hasta parecía que dábamos en el clavo logrando el ansiado contrato indefinido. Finalmente la realidad nos desveló de un sopapo que el contrato indefinido era en realidad una quimera, se trataba tan sólo de una declaración de buenas intenciones por parte de la empresa que podía romperse facil y sencillamente a golpe de talonario. El ansiado tesoro se veía desintegrado por un expediente de regulación de empleo de suspensión o extinción (a cual peor); un despido improcedente o procedente (sin defensa posible); y más doloroso si cabe: la deslocalización, liquidación o el cierre repentino de la empresa. Si no nos ha tocado de primera mano seguro que alguien que lo haya sufrido nos ha contagiado que siente uno al perder de un zarpazo la red de seguridad laboral en la que había creído durante años.


Pero eso no iba a detener nuestro empeño, con tesón y paciencia encontraremos otro empleo. Si no de lo nuestro de otra cosa. En la siguiente etapa nos convencimos de que era imprescindible reciclarse y volvimos a formarnos más aún por si todavía daba tiempo a lograr ser aquel JASP (Joven Aunque Sobradamente Preparado) de aquel anuncio. Sumamos reseñas exitosas a los perfiles profesionales con la esperanza de que abran alguna puerta más hacia una relación de empleo estable. Sin fe ya en una relación idílica indefinida, con unas cuantas escamas más en nuestra armadura nos montamos de nuevo en el carrusel de los contratos temporales hasta encontrar otro de apariencia estable, y vuelta a empezar otra vez.

Volvemos al presente, tras recorrer los últimos años, para atisbar que la razón por la que nos hemos convertido en mercenarios laborales no puede ser otra que los dichosos ciclos económicos, en los que hemos tenido la suerte o desgracia de vivir. Sin embargo dado que parecen acortarse cada vez más los periodos de bonanza dentro de estos ciclos, la tendencia a la extinción de la integridad ética profesional se agudiza de forma alarmante. Aunque nuestra historia este llena de caídas, baches y breves períodos de vana felicidad. No debemos permitir que la coyuntura adversa menoscabe nuestros principios. Sin ellos dejaremos de ser personas. Nos da igual que la confianza, lealtad y la honradez se hayan pasado de moda, ser una persona íntegra no es una cuestión de modas. Ya encontraremos un hueco donde los valoren, sea como profesional independiente o como persona empleada en una empresa. Es preferible evolucionar de forma solida y veráz a construir nuestra vida profesional sobre mentiras que se derumbarán más tarde o más temprano. En cada nuevo proyecto en lugar de ser mercenarios laborales sin compromiso con una lista de rencores y desconfianza a raudales, mejor comenzaremos desde 0 con una hoja en blanco llena de ilusión con lo positivo de nuestra experiencia y con nuestros valores éticos intactos.

Deconstruyendo lo negativo y cargando energía creativa

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